Joaquín Calvo Diago, segundo Jefe de la 2ª escuadrilla de I-15 que hizo la entrega simbólica de la caza republicana en Barajas, siempre comenta que los Chatos fueron la “chica para todo” de la guerra. Proporcionaron escolta de caza a los bombarderos, bombardearon a la infantería, ametrallaron posiciones antiaéreas, se enfrentaron a sus homólogos nacionales y también tuvieron tiempo para ser pioneros en la batalla en una nueva modalidad de lucha: la caza nocturna.

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Chato CA-010 en el que se distinguen las diferentes trayectorias de los tubos de escape cuyas llamaradas impedían ver a los pilotos en la oscuridad (Fotografía IHCA)

No se ha prestado suficiente atención a esta faceta del I-15 que llegó a cosechar en la guerra de España más de 8 derribos confirmados de aparatos alemanes e italianos. Vamos a exponer brevemente el estado de la cuestión. Como suele ocurrir con otros temas de la contienda aérea ocurrida entre 1936-39, a nivel internacional son bien conocidos los derribos nocturnos protagonizados por los aviadores soviéticos M. Yakushin (un Ju-52 la noche del 25 de julio de 1937 sobre El Escorial) y Anatoli Serov (otro trimotor el 26 de julio) merced a las cuatro PV-1 de sus Polikarpov I-15; los entorchados soviéticos aumentaron cuando en la oscuridad del 14 de septiembre de 1937 el Junkers 52 pilotado por el ruso blanco Vselod Marchenko fue derribado por V. Eryomenko sobre el aeródromo oscense de Sariñena y se culminaron con los triunfos de E. Stepanov. En la noche del 24 al 25 de octubre de 1937 interceptó una patrulla de tres Savoia Marchetti 81 que volaban en dirección a Barcelona de los que pudo abatir uno y –según el testimonio del aviador soviético que no han podido ser confirmado- derribó otro lanzándose al tarán contra el avión. La técnica de caza nocturna era muy rudimentaria; se localizaba al aparato enemigo mediante el fonolocalizador y a través del teléfono se indicaba el rumbo aproximado que seguiría el aparato; en el piloto de I-15 se depositaba la esperanza de que, en la negrura de la noche pudiera vislumbrar las llamadas azuladas expelidas por los tubos de escape y que fuera capaz de abatirle en un único encuentro. El apoyo al aterrizaje del caza también era muy primitivo porque tan sólo se contaba con los faros de los coches –más tarde se usaron reflectores- que se encendían en el justo instante en que se aproximaba el sonido del motor del Chato para evitar que el aeródromo fuera detectado por otro bombardero nocturno.

El piloto Avelino Baglietto ajusta la portezuela de la cabina de su I-15 Nótese el visor tubular (Fotografía IHCA)

El piloto Avelino Baglietto ajusta la portezuela de la cabina de su I-15 Nótese el visor tubular (Fotografía IHCA)

Después de la intervención soviética se ha escrito que las acciones nocturnas fueron dejadas en manos del conocido piloto catalán José Falcó Sanmartín, piloto de acreditada valía cuya actuación en misiones nocturnas le conferirán el galardón de “as” republicano, pero la realidad fue muy diferente. Mientras que los voluntarios soviéticos iniciaban el repliegue a la URSS, numerosos pilotos de caza empezaron a recibir lecciones de vuelo nocturno. Algunos de ellos lo hicieron en el propio frente de batalla, donde recibieron algunas nociones básicas antes de realizar tres o cuatro vuelos de prueba. Pero la mayoría recibió entrenamiento en la Escuela de Vuelo Nocturno de El Carmolí (Murcia) donde todos los pilotos de caza debían cursar esta modalidad de vuelo. En abril de 1938 se nombró jefe de la escuadrilla de caza nocturna al profesor de vuelo de esta escuela, el hispano-alemán Walter Katz, ocupando Daniel Quinteiro López su puesto en El Carmolí.

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El avión de Katz siendo repostado a la luz de un reflector (Fotografía BN)

Walter Katz era de ascendencia judía y se nacionalizó español a finales de 1936. Estuvo presente en diferentes frentes aéreos pilotando Breguet XIX y Polikarpov RZ Natacha. Su profesionalidad hizo que le nombraran jefe de la Escuadrilla de Bombardeo Nocturno equipada con Polikarpov R-5 Rasante que se formó en Albacete en agosto de 1937 con el asesoramiento de E. Stepanov. Participó en misiones nocturnas con los R-5 en la batalla de Belchite hasta el mes de septiembre cuando, por discrepancias con el asesor soviético, solicitó su traslado a caza y fue trasladado a El Carmolí como profesor de la Escuela de Vuelo. Katz se hizo cargo de la unidad de caza con el cometido de operar en la región catalana donde tenían que simultanear la defensa del litoral mediterráneo catalán frente a los Heinkels He-59, Savoias SM.79. SM.81, Cant Z-501 y 506 de Mallorca, con las actividades en el frente del Ebro. Pese a la frenética actividad había intentos de perfeccionar aún más la actuación de la caza nocturna. Sabemos que Katz propuso al alto mando republicano la utilización de los veloces Polikarpov I-16 para la caza nocturna, pero su propuesta fue rechazada por la extrema necesidad de monoplanos que había en los frentes diurnos. En materia de infraestructura, algunos de los campos republicanos de la zona catalana empezaron a contar con un equipo de iluminación. En Sabadell había un balizamiento nocturno a lo largo de la pista y el aeródromo de Reus disponía de una batería de reflectores, pero en otros tan sólo se disponía de un reflector montado sobre la plataforma de un camión y los faros de automóviles para dirigir el aterrizaje de los Polikarpov I-15, algunos de los cuales ya disponían de luces de posición. Bajo el mando de Katz, que dejó un buen recuerdo entre sus subordinados, la escuadrilla se empezó a cohesionar más y adquirió entidad propia en el frente catalán; se sabe que cada uno de sus pilotos lucía su propia mascota inspirada en una ve nocturna pintada en la parte fija del timón vertical de su Chato. Pero la agotadora actividad diurna y nocturna de los Chatos nocturnos pronto iba a cobrarse su tributo. El 11 de noviembre de 1938, tres días después de haber sido ascendido a capitán, Walter Katz fue abatido durante un ametrallamiento de la cabeza de puente de Serós en su Polikarpov I-15 matrícula CA-155.

En este Chato impactado se aprecia el inusual afuste de bombas. Nótese la caja de municiones de las ametralladoras PV-1; el arma inferior izquierda ha sido desmontada y nos permite ver la prolongación del tubo de la ametralladora (Fotografía IHCA)

En este Chato impactado se aprecia el inusual afuste de bombas. Nótese la caja de municiones de las ametralladoras PV-1; el arma inferior izquierda ha sido desmontada y nos permite ver la prolongación del tubo de la ametralladora (Fotografía IHCA)

El legado profesional de Walter Katz fue recogido por José Falcó Sanmartín quien intentó introducir mejoras en la actividad nocturna como la famosa instalación que hizo a su Chato CA-058 de un colector anular que recogía las llamaradas de los tubo de escape y las expulsaba bajo el motor para no cegar al piloto, el uso de luces de posición y en casos extremos, la posibilidad de lanzar bengalas. Falcó también practicó los vuelos en luna llena para habituarse a la observación de referencias en la noche y experimentó con la Defensa Contraaeronaves de Barcelona el uso combinado de reflectores e I-15 para localizar y abatir a los aparatos enemigos. Sin embargo, la más experiencia más novedosa de todas las adoptadas por el piloto catalán fue la instalación de un aparato de radio en el Chato para ser orientado desde tierra en la persecución de los bombarderos atacantes. Ninguna otra de las aviaciones contendientes en la Guerra Civil (Aviación Hispana, Legión Cóndor y Aviación Legionaria) llegó a profundizar tanto en el estudio de una modalidad, la caza nocturna, que en la Segunda Guerra Mundial alcanzó su máximo grado de perfección.

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Perfil del CA-155 del jefe de escuadrilla Walter Katz. (Dibujo Ángel Sánchez Serrano)

Autor: Carlos Lázaro