Aunque ya el 1 de octubre de 1910 se produjo el primer bautismo aéreo de una mujer española, la donostiarra señorita Minondo (con amerizaje forzoso incluido), la primera mujer no logró su título de piloto el 24 de noviembre de 1928, con gran retraso respecto a los demás países occidentales. Se llamaba María Bernaldo de Quirós. Poco más se sabe de ella, al igual que de Margot Soriano de Ansaldo, que lo obtuvo tres meses después. Eran los años de la Dictadura de Primo de Rivera, que había concedido el voto a las mujeres «emancipadas» – salvo a las madames y sus pupilas de mal vivir – y algunas señoras y señoritas se permitían fumar en público, ocupar concejalías o jugar al tenis sin corsé.
El 19 de enero de 1931 la barcelonesa Mari Pepa Colomer, una joven de 18 años, consiguió su título. En febrero de 1934 lo obtuvo la también catalana Dolors Vives Rodón, nacida en Valls en 1909. Mientras que Dolors se sentía satisfecha simplemente con participar en las actividades del Aero Club Popular de Barcelona, a Mari Pepa le hubiera gustado emular a Amelia Earhart, pero las circunstancias de la sociedad española de su época no lo permitieron. Lo más que consiguió fue convertirse en la primera instructora de vuelo del país. Se casó con Josep maría Carreras, aviador muy popular por su raid a Guinea y que era profesor en el aeródromo de Canudas (Prat de Llobregat). Tras la sublevación de 1936 sirvió como profesora en la Escuela de Pilotos Militares de Barcelona. Ya el domingo 2 de agosto realizó sobre Barcelona su primer vuelo militar. Se intentaba sustituir a los escasos pilotos militares leales de las tareas de segunda línea para que pudiesen acudir al frente de Aragón. Pepa pilotó una de las tres avionetas disponibles, realizando un vuelo de exhibición sobre la ciudad en el que arrojó miles de hojas de propaganda antifascista y con consignas de la Generalitat. El Boletín Oficial de la Generalitat de 4 de octubre de 1936 la movilizó como piloto, pero sin adjudicarle graduación militar alguna. El 15 de noviembre su amiga Dolor Vives fue nombrada alférez con una paga de 750 pesetas mensuales. Ambas proporcionaron las primeras nociones de vuelo en vetustas avionetas a los futuros pilotos de las Fuerzas Aéreas de la República. Los que aprobaban seguían el curso con aviones de combate en la escuela militar de San Javier o en la lejana y soviética Kirovabad.
Dada la desesperante carencia de pilotos, ambas mujeres realizaban salidas de vigilancia costera buscando barcos y aviones rebeldes, vuelos de enlace y pagaduría. A su esposo le ordenaron operaciones de mayor calado, como llegar en noviembre de 1938 a la legación del Gobierno republicano al entierro de Kemal Ataturk, un viaje de 6.500 kilómetros. Al terminar la guerra Mari Pepa se exilió en el Reino Unido, donde continuó residiendo: La guerra acabó con mis sueños y ya nunca más he tenido contacto con la aviación. Dolors permaneció en Cataluña, pero ya con los pies en tierra: Después de la guerra civil se acabó el volar, pero me queda el recuerdo de aquella época en los libros y las fotos. Unos años que no los cambiaría por nada.